Resurgimiento de un Camino Histórico

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CUESTA DE ZAPATA

La Cuesta de Zapata, un pasaje cargado de historia y misterio en el Noroeste argentino, se alza hoy como un símbolo de perseverancia y recuperación. Este camino, que ha sido testigo de siglos de civilizaciones, desde los diaguitas y la invasión Inca, hasta la llegada de los conquistadores como Don Diego de Almagro, cuyo paso fue documentado por los sacerdotes que lo acompañaban, siempre ha sido una vía vital. Inicialmente, fue la propia naturaleza la que forjó esta senda, pero su destino estaba ligado a transformaciones humanas.

Fue en 1869 cuando un visionario, don Crisanto Gómez, gobernador de la provincia de Catamarca (1868-1871), concibió la necesidad de ampliar y dar forma a este paso. Su intervención fue crucial para facilitar el tránsito de personas y arreos de ganado, una verdadera proeza para la época. A lo largo del tiempo, la traza de la Cuesta sufrió múltiples modificaciones, tal como lo señala el Dr. Reynaldo Moralejo en sus publicaciones científicas. Sin embargo, un hito fundamental llegó con la intervención del constructor europeo Clemente Bolecich, quien erigió las imponentes pircas que hoy caracterizan sus curvas sinuosas.

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A partir de la obra de Bolecich, la Cuesta de Zapata experimentó una verdadera metamorfosis. Se convirtió en una arteria vital que permitió el paso de vehículos, impulsando un gran crecimiento económico en los pueblos que unía a lo largo de su recorrido. Turísticamente, fue un destino predilecto, admirado por sus paisajes naturales y su integración, durante un tiempo, en la emblemática Ruta Nacional 40. Además, fue escenario de apasionantes carreras automovilísticas, ganando fama por su sinuosidad, altura y el desafío que representaba.

Su importancia fue tan significativa que una empresa de transporte de pasajeros, «La Gallo», recorría su traza. Su ruta conectaba la ciudad de Tinogasta con San Miguel de Tucumán, pasando por la Cuesta de Zapata, Shincal, Londres, Belén, Andalgalá, Cuesta de La Chilca, Agua de Las Palomas, Buena Vista, El Alamito, El Lindero y Aconquija hasta llegar a la Cuesta de El Clavillo, tocando Alpachiri y luego San Miguel de Tucumán. Para sellar su legado, la trascendencia de este camino fue inmortalizada por el Correo Argentino con la emisión de un sello postal.

No obstante, tras su época de esplendor, la Cuesta de Zapata fue lentamente dejada de lado. El abandono, el olvido y la intransitabilidad se apoderaron de su traza. La naturaleza reclamó su espacio; el río que corría paralelo a la ruta se cobró su parte, destrozando por completo el camino. Una sombra oscura de olvido y desolación se cernió sobre la Cuesta de Zapata por medio siglo, con sólo destellos de recuerdo, amor y el anhelo turístico que eran como «un fósforo en la noche del olvido».

Pero la noche ha comenzado a disiparse. Recientemente, en una conversación con el jefe de Vialidad Provincial, Néstor Lobo, se confirmó que los trabajos para la recuperación de la Cuesta de Zapata avanzan firmemente. De hecho, con precaución, ya es posible transitar desde Tinogasta hasta Londres. La noticia que anunciaba un recorrido por este camino por parte del gobernador de la provincia, Raúl Jalil, junto a los intendentes de Tinogasta y Londres, reafirma que el sueño de su recuperación está convirtiéndose en una realidad. La Cuesta de Zapata, que hoy forma parte de la Ruta Provincial N° 3, espera ansiosamente que pronto desaparezca el cartel que hoy indica su intransitabilidad.

Texto: Colaboración de Oscar Hugo Alaniz

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