El reciente y doloroso asesinato de Acaí, la yaguareté que había sido restituida al Parque Nacional El Impenetrable, en Chaco, a principios de octubre, es el símbolo de una amenaza persistente que se cierne sobre las especies más emblemáticas de la fauna argentina. Acaí representaba la esperanza de un trabajo de años, de científicos, guardaparques y comunidades que apuestan a devolver al país parte de lo que le fue arrebatado por la caza y la deforestación. Su muerte, a manos de cazadores furtivos, desnuda una realidad que exige respuestas urgentes y políticas firmes de protección. La pérdida de un individuo reproductivo en un programa de reintroducción representa, coinciden todos los expertos en la problemática, un retroceso incalculable para la población del yaguareté, una especie emblemática de nuestra fauna.
Argentina ha sido reconocida como líder en América Latina en la reintroducción de especies en peligro de extinción. Desde hace casi dos décadas se desarrollan programas que buscan restituir animales a sus hábitats naturales, como el yaguareté al Chaco y Corrientes, la recuperación del oso hormiguero gigante, el venado de las pampas, el pecarí de collar o el guacamayo rojo. Sin embargo, este enorme esfuerzo científico y social se ve permanentemente amenazado por el accionar irresponsable de algunos cazadores que, por lucro o crueldad, ponen en riesgo el equilibrio natural y destruyen años de trabajo.
Los ejemplares liberados incrementan la posibilidad de que los ecosistemas se reconstruyan. De modo que son importantes los controles sobre la caza ilegal, la sanción rigurosa a los responsables y el impulso a una conciencia social que valore la vida silvestre como patrimonio común de todos los argentinos.
Son importantes los controles sobre la caza ilegal, la sanción rigurosa a los responsables y el impulso a una conciencia social que valore la vida silvestre como patrimonio común. Son importantes los controles sobre la caza ilegal, la sanción rigurosa a los responsables y el impulso a una conciencia social que valore la vida silvestre como patrimonio común.
En Catamarca existe una rica biodiversidad que también requiere atención y protección, especies que se encuentran protegidas o en categorías de riesgo, como la vicuña, el guanaco, la taruca, el puma, el gato montés, la chinchilla, el quirquincho, el oso melero, el zorro gris y una vasta variedad de aves, destacándose por cierto el cóndor andino.
Recordemos que la protección funciona, como lo demuestra el reciente caso de un puma capturado deambulando en el norte de la ciudad Capital que, tras ser examinado por profesionales, fue restituido exitosamente a su hábitat natural. Estos hechos reafirman que la intervención humana puede ser positiva, pero también destacan la necesidad de una vigilancia constante.
La conservación no puede depender únicamente del esfuerzo de unos pocos. Es necesario que los organismos estatales refuercen los controles en las áreas naturales y que se promuevan campañas de educación ambiental que lleguen a escuelas, comunidades rurales y centros urbanos. Pero, además, se requiere algo aún más profundo: la participación activa de las comunidades locales. Sin ellas, sin su comprensión del territorio y su compromiso con la vida que lo habita, toda política ambiental será incompleta.
