Más allá de Halloween: el Aya Marqay Killa, la celebración andina que aún está en la memoria de Catamarca

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Mucho antes de que las calabazas, los disfraces o las ofrendas mexicanas llenaran las redes sociales cada noviembre, los pueblos andinos que habitaban la región de Catamarca ya tenían su propia forma de rendir homenaje a los muertos. Era el Aya Marq’ay Killa, que en lengua quechua significa “el mes de las almas” o “el mes de los muertos”.

Durante este tiempo sagrado, comunidades como los diaguitas calchaquíes, kollas, quechuas y atacameños creían que las almas regresaban del otro plano para visitar a los vivos. Las familias preparaban mesas con comidas, bebidas y objetos queridos, decoraban las casas con flores y colores alegres, y recibían a sus difuntos con música, baile y gratitud. No había llanto ni luto, era una celebración de reencuentro y continuidad.

Una tradición que se fue transformando

Con la llegada del catolicismo, las antiguas ceremonias se mezclaron con el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos. Las prácticas andinas, que entendían la muerte como parte de un ciclo natural, fueron adoptando elementos del ritual cristiano, centrado en el purgatorio y la oración.

En esa fusión de creencias, el Aya Marq’ay Killa fue transformándose y, poco a poco, perdiendo visibilidad en la vida cotidiana. Hoy, en algunas comunidades del oeste provincial aún persisten gestos de esa memoria ancestral, mesas adornadas con flores, comidas típicas, visitas al cementerio y rezos que combinan lo indígena y lo católico. Sin embargo, gran parte de su sentido original, celebrar la vida como un círculo que nunca se interrumpe, quedó en silencio bajo capas de historia y mestizaje cultural.

Una oportunidad para revalorizar las raíces

En los últimos años, las tradiciones globales como Halloween o el Día de los Muertos se expandieron con fuerza en Argentina, muchas veces ocupando el lugar de antiguos rituales locales. Pero más que oponer una festividad a otra, el desafío es reconocer que cada una encierra una forma particular de mirar la muerte.

Mientras Halloween nació del antiguo Samhain celta, una fiesta que marcaba el fin del verano y el contacto con el más allá, y el Día de los Muertos mexicano combina raíces indígenas con el cristianismo colonial, el Aya Marq’ay Killa representa la visión andina de la muerte como parte de un ciclo eterno, donde la vida se renueva constantemente y los antepasados siguen acompañando a sus descendientes.

Revalorizar estas prácticas no significa rechazar las influencias externas, sino recuperar la identidad cultural andina de la región. En lugar de ver la muerte con temor, el Aya Marq’ay Killa invita a vivirla con respeto y alegría, como un reencuentro entre mundos.

Catamarca conserva en su tierra y en su gente las huellas de ese pensamiento ancestral. Las montañas, los valles y los pueblos aún guardan historias de ofrendas, canciones y comidas compartidas con los difuntos. Revivir el Aya Marq’ay Killa no sería mirar hacia el pasado, sino reconectarse con una manera de entender la existencia que celebra la continuidad de la vida.

En un tiempo donde las tradiciones globales se imponen fácilmente, recuperar las propias puede ser un acto de afirmación cultural. Quizás el próximo noviembre, además de las calabazas, valga la pena recordar que aquí, en el corazón andino de Catamarca, también hubo, y puede volver a haber, una fiesta donde la muerte no asusta, sino que une.

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