El mesianismo ya no paga

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Obtenido el respaldo de Donald Trump, que atemperó al menos hasta el momento las turbulencias en el frente financiero, Javier Milei se aboca a la tarea de tratar de recomponer los vínculos políticos domésticos que se encargó de deteriorar en el primer tramo de su agitada gestión presidencial.

Un reparto de tareas: la administración norteamericana hizo lo suyo para apuntalar desde el exterior la fragilidad del Gobierno argentino y al parecer habrá nuevas dosis apologéticas antes de las elecciones, pero a Milei le toca la misión de reempinar una campaña que se le escoró dramáticamente después del “Karinagate” y las derrotas sufridas en Corrientes y Buenos Aires, a la que vienen a sumarse ahora las versiones de vínculos con el narcotráfico de José Luis Espert, su candidato a diputado nacional en el hostil territorio bonaerense.

La interrupción de la agenda de Milei en Tierra de Fuego por incidentes marca la devaluación de la autoridad presidencial. La interrupción de la agenda de Milei en Tierra de Fuego por incidentes marca la devaluación de la autoridad presidencial.

Obligado a suplir con su presencia las precariedades del diseño electoral de su hermana, descubre el Presidente el potencial político del turismo interno. Estuvo en Córdoba antes de viajar a los Estados Unidos, desembarcó en Tierra del Fuego y hay más incursiones proselitistas programadas a otras provincias consideradas clave. Los paseos de Milei por el país podrían ser en principio una señal auspiciosa.

Significan que el Presidente y sus colaboradores más inmediatos tienen conciencia de la magnitud del problema que se autogeneraron al pelearse en términos agraviantes con prácticamente todos los actores del sistema político y pretender disputarles poder a esquemas provinciales y municipales de poder muy afianzados con una oferta mayormente compuesta por debutantes y desconocidos.

Sin embargo, la incógnita es no tanto si están a tiempo de neutralizar los efectos de tamaño yerro estratégico, sino si están a la altura del desafío, no ya para las elecciones, sino por lo que resta del mandato.

Lo ocurrido en la expedición de Tierra del Fuego arroja inquietantes indicios.

Que el Presidente de la Nación no pueda completar su agenda de actividades debido a incidentes marca ya la degradación de su autoridad. Que ni él ni nadie de su entorno haya sido capaz de anticiparse al papelón, abona la sensación, cada vez más extendida, de una incompetencia o un nivel de desconexión con la realidad incompatible con la conducción del Estado.

A esta altura de los desatinos, cualquier choco se le anima.

Era obvio desde el principio.

La declinación de los liderazgos metropolitanos desenfrenó una fragmentación que venía contenida y al medio término le quedó de nacional solo el nombre: se trata de elecciones provinciales, en las que cada gobernador buscará retener o incrementar su representación en el Congreso, en contra, salvo las excepciones de CABA, Mendoza, Entre Ríos y Chaco, de las pretensiones libertarias.

Es en ese marco de dispersión que se conformó el frente “Provincias Unidas”, que agrupa a los gobernadores de seis provincias y se postula como embrión de una alternativa de centro entre los dos polos que propone la campaña de Milei al confrontar con el kirchnerismo, que se afinca en Buenos Aires y aún debe resolver la interna entre el gobernador Axel Kicillof y Cristina Kirchner.

Se trata de una lógica novedosa, instaurada precisamente por la irrupción del “outsider”.

Es improbable que la Casa Rosada consiga recuperar consistencia antes del 26 de octubre.

Ya jugó sus cartas y los resultados destaparán la fuerza con la que contará efectivamente para reiniciar tratativas en el Parlamento a partir de diciembre.

De tanto denigrar, Milei se denigró a sí mismo. El mesianismo ya no paga.

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