Tecnoestrés y adicción digital: tu celular te domina?

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2. Síndrome de abstinencia: Ansiedad, irritabilidad, tristeza o enojo cuando no se puede usar el dispositivo.

3. Pérdida de control: Intentar reducir el tiempo de uso y no lograrlo.

4. Negligencia de responsabilidades: Descuidar el trabajo, estudios, higiene personal o tareas del hogar debido al tiempo en línea.

5. Aislamiento social: Preferir interactuar online que, en persona, descuidando amigos y familiares.

6. Mentir o engañar: Ocultar el tiempo real de uso a los seres queridos.

7. Problemas físicos: Fatiga visual, dolores de cabeza, problemas de postura, trastornos del sueño.

La Inteligencia Artificial: ¿un aliado o una nueva trampa?

¿Qué es la IA? En términos sencillos, es la capacidad de las máquinas de imitar la inteligencia humana: aprender, razonar, resolver problemas y entender el lenguaje. Su importancia es innegable: nos asiste en tareas complejas, automatiza procesos, nos ayuda a organizar información, a crear contenido y a tomar decisiones más informadas. Desde asistentes virtuales hasta sistemas de recomendación, la IA ya es parte de nuestro día a día, prometiendo eficiencia y comodidad. Pero, como toda herramienta poderosa, la IA también tiene su lado oscuro si no la usamos con conciencia.

Las raíces de la adicción: ¿Por qué nos enganchamos tanto?

Las causas de la adicción digital son multifactoriales, mezclando aspectos psicológicos, biológicos y, por supuesto, sociales. Las plataformas y ahora las herramientas de IA están diseñadas para ser adictivas, utilizando algoritmos y refuerzos condicionados (como las notificaciones, los «likes» o las respuestas inmediatas de un chatbot) que nos impulsan a volver una y otra vez.

Factores sociales que nos empujan a estar «enchufados»

Hoy, pareciera que hay una obligación de estar «conectados». Si no estás en redes, si no respondes al instante, sentís que te quedás afuera. El «FOMO» (Fear Of Missing Out) o miedo a perderse algo, es un motor poderoso. Y qué decir de la tiranía de los «likes». La validación social, la falsa sensación de pertenencia y la construcción de una identidad digital basada en la aprobación ajena se vuelven un circuito de recompensa que nos atrapa. Si nuestro valor personal se mide en «me gusta» o seguidores, la presión por estar «online» es inmensa.

Ahora, la IA añade una capa más: la obligación de estar «al día» con las nuevas herramientas, la fascinación por su capacidad de resolver tareas rápidamente, y el riesgo de quedar atrapado u obsesionado con ella. Si delegamos en la IA la mayor parte de nuestro pensamiento crítico, de nuestra creatividad, de nuestra capacidad de investigación y análisis, corremos el riesgo de perder independencia intelectual. Esto puede generar una atrofia de nuestras propias capacidades cognitivas, una dependencia que nos hace menos autónomos y más vulnerables.

Este contexto, sumado a la facilidad de acceso a internet y a las herramientas de IA en cualquier momento y lugar, crea un ambiente propicio para que la delgada línea entre el uso y el abuso se borre.

El caso de Martín: una vida en pausa frente a la pantalla

La consulta es por el papá de Martín quien es un adolescente de 16 años, inteligente, con potencial, pero que está perdiendo la batalla contra la pantalla. Prefiere pasar horas en redes sociales, en videojuegos online y viendo videos, en lugar de vivir su vida fuera de línea. Incluso, ha comenzado a usar herramientas de IA para sus tareas escolares, no como apoyo, sino para que las hagan por él, lo que ha mermado su capacidad de análisis y su interés por el aprendizaje genuino.

Esta situación lo ha llevado a descuidar sus estudios. Sus notas bajaron drásticamente, y las tareas escolares quedan inconclusas porque «no tiene tiempo» o porque «la IA no le dio la respuesta correcta» sin que él sepa cómo corregirla. Su vida social fuera de línea se ha desvanecido. Antes salía con amigos, jugaba al fútbol, ahora apenas responde mensajes para juntarse.

Ha ido dejando a sus afectos de lado. Las conversaciones con sus padres se reducen a monosílabos, evita las reuniones familiares y ya no participa de las cenas. La conexión con su mundo real se ha cortado. Peor aún, no pondera la alimentación ni el deporte: sus comidas son rápidas y frente a la pantalla, y la actividad física es un concepto olvidado. Lo más preocupante es cómo está perdiendo interés por las personas que lo rodean, sus conversaciones son vacías y su mirada solo busca la pantalla. Martín está viviendo una realidad virtual ya veces parece que odia la realidad real, la escuela le parece una estupidez que no enseña lo que realmente hace falta para vivir en este mundo.

¿Cómo Nos Protegemos? El Escudo de la Desconexión Consciente y el Pensamiento Crítico

La buena noticia es que podemos protegernos y ayudar a otros. La clave no es demonizar la tecnología ni la IA, sino aprender a usarlas de forma saludable y consciente. Aquí algunos factores de protección:

1. Establecer límites claros: Definir horarios y espacios libres de pantallas para toda la familia. La «dieta digital» es fundamental.

2. Fomentar actividades offline: Promover el deporte, la lectura, los hobbies, los juegos de mesa, las salidas al aire libre.

3. Desarrollar el pensamiento crítico y la curiosidad intelectual: Usar la IA como una herramienta de apoyo, no de sustitución. Cuestionar, investigar por cuenta propia, y no delegar nuestra capacidad de análisis.

4. Aprender a gestionar la información: Discernir entre lo real y lo virtual, y entender cómo funcionan los algoritmos y la IA.

5. Buscar ayuda profesional: Si la adicción ya está instalada, un psicólogo puede ofrecer herramientas y terapias para recuperar el control.

Y, nuevamente, la importancia de los seres queridos es inmensa. La familia y los amigos son el ancla a la realidad. Martín, como tantos, necesita que sus padres no solo limiten el uso de la tecnología, sino que también propongan actividades alternativas, que generen un espacio de diálogo genuino y que refuercen el valor de las relaciones cara a cara. La validación no debe venir de un «like» o de una respuesta de IA, sino del amor y el apoyo de quienes nos rodean. Desconectar para volver a conectar con lo que realmente importa: nosotros mismos, nuestras capacidades y nuestros seres queridos.

Texto: Colaboración de Bruno Darío Jerez

Psicólogo y abogado

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