Cada 18 de agosto, la Iglesia celebra a una mujer que cambió el curso de la historia, no solo por ser la madre del primer emperador cristiano, sino por su propia y profunda fe: Santa Elena, madre del emperador Constantino y descubridora, según una antigua tradición, de la Verdadera Cruz de Cristo.
De Orígenes Humildes a Emperatriz
Elena nació alrededor del año 250 en Drépano (más tarde llamada Helenópolis en su honor), en Asia Menor, en una familia de origen humilde. A pesar de no ser de la nobleza, su belleza e inteligencia cautivaron a Constancio Cloro, un alto oficial romano que se casó con ella. De su unión nació Constantino, el futuro emperador.
Sin embargo, la vida de Elena dio un giro doloroso cuando su esposo, para ascender políticamente, la repudió para casarse con la hija del emperador. Elena vivió apartada durante años, dedicada a la crianza de su hijo. Pero la Providencia tenía otros planes. Cuando Constantino se convirtió en el único emperador de Roma, tras su famosa victoria en la batalla del Puente Milvio bajo el signo de la cruz, llamó a su madre a la corte, le dio el título de «Augusta» (Emperatriz) y la colmó de honores.
La Búsqueda de la Santa Cruz
Ya convertida al cristianismo, Elena, a una edad muy avanzada (cerca de los 80 años), emprendió un viaje a Tierra Santa con un propósito claro: encontrar los lugares y las reliquias de la Pasión de Cristo. El emperador Adriano, para borrar todo rastro cristiano, había construido un templo a la diosa Venus sobre el lugar del Calvario. Santa Elena ordenó demoler el templo pagano y excavar en el lugar.
La tradición cuenta que se encontraron tres cruces. Para identificar cuál era la de Cristo, el obispo de Jerusalén, San Macario, sugirió tocar con las tres cruces el cuerpo de una mujer gravemente enferma. Las dos primeras no produjeron ningún efecto, pero al ser tocada por la tercera, la mujer sanó instantáneamente. Así, Elena identificó la Verdadera Cruz. También se le atribuye el hallazgo de los clavos y el «Titulus Crucis» (la inscripción INRI). Mandó construir grandes basílicas en los lugares santos, como la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén y la de la Natividad en Belén.
Oración a Santa Elena
Oh, gloriosa Santa Elena, que no dudaste en emprender un largo viaje movida por tu amor a Cristo para encontrar la Santa Cruz en la que Él nos redimió.
Enséñanos a buscar con fervor las verdades de nuestra fe y a valorar el inmenso tesoro del sacrificio de Jesús. Intercede por nosotros para que sepamos abrazar nuestras propias cruces con la misma fe y devoción con la que tú abrazaste la de nuestro Salvador. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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La fe de Santa Elena la llevó a una verdadera «búsqueda del tesoro» espiritual. ¿Qué «reliquia» de la fe (una verdad, una devoción, una práctica) te gustaría descubrir o redescubrir en tu vida?