¿Sentís que el mundo gira demasiado rápido y vos no podés seguirle el ritmo? ¿Que la preocupación te aprieta el pecho y no te deja pensar con claridad? No estás solo. Lo que antes era una simple preocupación, hoy se ha transformado en ansiedad, una de las «pandemias silenciosas» de nuestro tiempo. Y ojo, no solamente hablamos de los nervios previos a un examen o una entrevista; hablamos de cuando esa sensación se vuelve una jaula, un verdadero problema de salud.
¿Qué es la ansiedad y cómo la reconocemos?
La ansiedad es muy necesaria para nuestra vida, es una respuesta natural de nuestro cuerpo ante el peligro. Es ese mecanismo que nos prepara para luchar o huir del peligro. El problema surge cuando esta alarma se dispara sin que haya un peligro real o es tan intensa y constante que nos paraliza.
¿Cuáles son los síntomas más frecuentes? Estos son variados y pueden presentarse de diferentes formas. Presta atención si sentís:
- Síntomas físicos: Palpitaciones, sudoración excesiva, temblores, dificultad para respirar o sensación de ahogo, mareos, dolor de cabeza o de estómago, tensión muscular constante, vértigo, nauseas, aumento o baja de peso corporal.
- Síntomas cognitivos: Preocupación excesiva e incontrolable, miedo a perder el control, dificultad para concentrarse, pensamientos catastróficos, irritabilidad.
- Síntomas conductuales: Evitación de situaciones, irritabilidad, nerviosismo, inquietud, dificultad para conciliar el sueño, cambios en el apetito.
¿Por qué nos volvemos ansiosos? Las raíces del problema
Las causas de la ansiedad son una mezcla compleja. Hay una parte biológica (nuestra predisposición genética), otra psicológica (cómo vemos el mundo y procesamos nuestras experiencias pasadas) y, fundamentalmente, una gran influencia la estructura social.
Factores sociales que nos empujan al límite:
Vivimos en la era de la inmediatez y la sobreexigencia. Las redes sociales nos muestran vidas «perfectas» que nos hacen sentir que siempre estamos en falta. La competencia laboral es feroz, y la famosa «obligación de ser exitosos» nos persigue. Se nos exige ser productivos 24/7, estar conectados, disponibles, y si no lo logramos, la culpa y la sensación de fracaso nos invaden. ¡Parece que no hay espacio para el error o la lentitud!
Este entorno, sumado a la inseguridad económica o laboral, y la falta de tiempo para el ocio y el descanso, crea el caldo de cultivo perfecto para que la ansiedad eche raíces.
El Caso de Laura: cuando el éxito cobra demasiado caro
Me consulta “Laura”, a primeras aparece una mujer brillante, profesional, de esas que lo manifiestan que lo tienen todo, o al menos eso parece desde afuera. Su carrera es impecable, un ascenso tras otro, reconocimientos, premios, el éxito personificado. Pero detrás de esa fachada, Laura vivía un infierno.
Su trabajo, que tanto la encumbraba, prácticamente la obligó a dejar de lado su relación de pareja. Las cenas románticas se convirtieron en cenas de trabajo, y las escapadas de fin de semana, en jornadas extras. Poco a poco, se fue aislando de sus hijos y familiares, perdiéndose cumpleaños, actos escolares, momentos irrecuperables.
Laura se autoexigía hacia una perfección inalcanzable. Se había obsesionado con el éxito, creyendo que su valía como persona dependía únicamente de sus logros profesionales y de cuantos “likes” obtenía en redes.
El resultado: antes de cada presentación laboral, a pesar de su vasta experiencia, sufría ataques de pánico devastadores. Su cuerpo gritaba lo que su mente intentaba ignorar: que el precio de ese éxito era su salud, su paz y sus vínculos más importantes. Laura estaba enferma de ansiedad, atrapada en su propia cárcel de oro.
¿Cómo nos protegemos? El rol fundamental de los seres queridos
Si bien la ansiedad es una batalla personal, no tenemos por qué librarla solos. Existen factores de protección vitales:
- Identificar y gestionar el estrés: Aprender a reconocer nuestros límites y decir «no» cuando sea necesario.
- Cuidar nuestro cuerpo: Dormir bien, alimentarnos de forma saludable y hacer ejercicio regularmente. No es un lujo, es una necesidad.
- Tener un propósito más allá del éxito material: Conectar con valores, hobbies y actividades que nos den bienestar.
- Buscar ayuda profesional: Un terapeuta puede brindarnos herramientas y estrategias para manejar la ansiedad.
Y aquí, quiero hacer un énfasis especial en la importancia de los seres queridos. Nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros amigos, nuestra familia… ellos son nuestra ancla. Son quienes nos recuerdan que somos más que un currículum o una cuenta bancaria. No nos obligan a ser exitosos; nos aman por lo que somos. El apoyo emocional, la escucha activa, un abrazo a tiempo o simplemente el hecho de compartir un momento de calidad sin presiones, son un escudo poderoso contra la ansiedad. Laura, lamentablemente, descuidó esta parte vital, y el costo fue altísimo.
Recordemos: el verdadero éxito no se mide sólo en logros profesionales, sino en la calidad de nuestras relaciones, en nuestra paz interior y en la capacidad de disfrutar la vida sin que la preocupación nos gane la partida. No dejes que la ansiedad te robe la posibilidad de vivir plenamente.
Texto: Colaboración de Bruno Darío Jerez
Psicólogo y abogado