Canchas de futbol hay miles en el mundo. Canchas donde se hayan jugado partidos importantes son menos, pero también existen un montón. Canchas donde se disputaron mundiales ya son pocas, y canchas que fueron escenarios de finales de la Copa del mundo son contadas con los dedos de las manos. Ahora bien, canchas que hayan ganado un Oscar hay una sola en todo el planeta: el Tomás Adolfo Ducó de Huracán.
Los hinchas del Globo se jactan, también, de otra particularidad que hace que su estadio sea un caso de asombro en los cinco continentes: «Es el único Palacio del fútbol mundial» sacan pecho ellos, orgullosos como pocos de su coliseo deportivo. Razón no les falta: se trata de una construcción de estilo Art Decó que no tiene precedentes ni herederos en la tierra. Es, simple y sencillamente, una maravilla de la arquitectura de las que ya no se levantan. Un edificio tan bello como caro a los sentimientos de todos los futboleros.
Ubicado en la intersección de la avenida Avenida Amancio Alcorta con la calle Luna, ha hecho de la denominación «Alcorta y Luna» un símbolo indisoluble a la vida del club y del fútbol argentino. En ese punto emblemático del barrio de Parque Patricios, en la humilde y popular zona sur de la Ciudad de Buenos Aires, miles y miles de personas han ocupado sus cómodas y gigantes tribunas para ver, desde allí, a jugadores de altísima calidad y de refinada maestría. «Está tan bien hecha que se ve bárbaro de todos lados» afirma cada uno de los que pasaron por allí alguna vez.
Como el club, que fue fundado en 1903 y reorganizado el 1ro de noviembre de 1908, fecha que se toma oficialmente como la de su nacimiento, la cancha de Huracán se estrenó dos veces: recibió por primera vez un partido el 7 de septiembre de 1947, y fue inaugurada oficialmente más de dos años después, el 11 de noviembre de 1949. Lleva el nombre de quien empezó a construirla y cortó la cinta cuando la terminaron, un histórico presidente de la entidad y hombre fuerte de la sociedad de esa época, el teniente coronel Tomás Adolfo Ducó. «Se hizo con el esfuerzo de los socios y los hinchas. Acá no hubo gobierno que pusiera plata» cuenta una de las leyendas que se escuchan en esa barriada tan apegada a sus sentimientos. Y aunque pasó el tiempo, aún se escucha a muchos hinchas decir «mi abuelo traía bolsas de cemento para construirlo».
#TipCementero por Cementos Avellaneda
¿Sabías que el Estadio Tomás Adolfo Ducó es conocido como “El Palacio” por su imponente fachada? Más allá de su elegancia, su arquitectura fue pensada para perdurar: su estructura de hormigón armado lo hace resistente al paso del tiempo, las tribunas elevadas garantizan una vista clara desde cualquier ángulo, y algunas plateas cuentan con techo para proteger al público del sol y la lluvia. Sin dudas, se trata de un diseño funcional y majestuoso que se destaca en el mundo del fútbol.
CONSTRUYENDO PASION: LA CANCHA DE HURACAN, EL UNICO PALACIO DEL FUTBOL MUNDIAL
Su capacidad original rondaba los 80.000 espectadores, una cifra que bajó a 50.000 desde que la «tribuna social» se transformó en platea. Las graderías recibían su nombre según la calle en la que estaban ubicadas, hasta que recientemente cambiaron para honrar la memoria de distintas glorias del club. La platea Miravé hoy es «La Houseman», la platea Alcorta «La Masantonio», la «tribuna de Colonia» es «La Stábile» y la popular local es «La Bonavena»: Ringo, el mayor ídolo popular de la Argentina hasta Diego Maradona, es acaso la personalidad que mejor representa a los hinchas del Globo: porteñazo, popular, familiero, querendón, algo fanfa pero leal, fanático de lo suyo y, por qué no, un poco desafiante y otro poco bravucón. A principios de los 80 tuvo bandera roja de remate, pero la organización de los fanáticos pudo salvarla. «Acá cerca no pueden decir lo mismo, ellos la perdieron» esgrimen los hinchas para cantarle quiero vale cuatro a su vecino y clásico rival de Boedo.
Los Quemeros -así se llama a los simpatizantes de Huracán- hablan con orgullo de su cancha y de su gran equipo, el campeón del 73. «Acá, en este césped, deleitaba el mejor equipo de la historia del fútbol argentino. Comandado por Menotti y con Brindisi, Russo, Babington, Houseman, Avallay y Larrosa en la delantera le pasaron el trapo hasta al más pintado» dicen en un griterío que se extiende a las barriadas vecinas de Barracas, Pompeya, Soldati, Lugano y San Cristóbal. Muchos años después, Juan José Campanella eligió al «Palacio» para filmar una de las mejores escenas del cine argentino de todos los tiempos, el plano secuencia de Ricardo Darín y Guillermo Francella persiguiendo al asesino de «El secreto de sus ojos» en una noche donde jugaba el Globo. El filme ganó el Oscar y en La Quema también hubo fiesta. No hacía falta igual: allí sabían desde hacía una punta de años, y lo siguen sintiendo ahora, que tienen una cancha de película.