Las Pymes argentinas se ahogan silenciosamente con una trampa de aparente crecimiento

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En la economía argentina, una peligrosa paradoja ha comenzado a amenazar la supervivencia de las pequeñas y medianas empresas, quienes probablemente sean el tejido empresarial más vital del país. Si bien después de algunos meses de un importante ajuste económico, algunos indicadores muestran un leve repunte en la facturación de ciertos sectores, realmente se trata de una “trampa” y una carrera contra la corriente.

Cada peso adicional de venta es, básicamente, devorado por los intereses de una deuda contraída en tiempos de crisis, lo que ha dejado a las empresas en un estado donde no pueden surgir en este inmenso mar.

¿Qué está sucediendo con las pymes en Argentina?

Durante los períodos de mayor problemática e incertidumbre, muchas pymes se vieron forzadas a optar por créditos para fines tan básicos como pagar salarios, sostener la cadena de pagos a proveedores o simplemente adquirir el capital de trabajo indispensable para no cerrar. Y si de por sí la situación no fuese lo suficientemente terrible, la mayoría de estos préstamos incluían condiciones desfavorables y tasas de interés elevadas.

Ahora que existe una pequeña reactivación en el consumo para algunos rubros, esas mismas empresas que han lograron aumentar sus ventas, han descubierto que su facturación no se extrapola directamente a una mayor rentabilidad. De hecho, este ingreso extra se dedica, casi en su totalidad, a cubrir los servicios de una deuda enorme.

Esto ha hecho que las pequeñas y medianas empresas se encuentren estancadas, sin visualizar ganancias reales, sin posibilidad de reinvertir, innovar o tener un capital que le permita solventar futuros imprevistos.

El espejismo de la facturación

Los dueños de los comercios han señalado que se percibe “un poco más de movimiento, la gente se anima a consumir ciertos productos que había postergado», pero cuando llega el fin de mes y se hacen los números, toda esta alegría desaparece, ya que es momento de pagar gastos fijos y sueldos, y, por supuesto, la cuota del préstamo, que se termina llevando todas las ganancias.

Las pymes no solo consideran que “están trabajando para mantener la estructura y pagarle al banco», sino que todo este contexto se ve empeorado por los propios costos operativos que continúan incrementando, pues, en muchos casos la inflación oficial no es la que realmente se termina viviendo.

Es necesario considerar como el aumento en las tarifas de servicios públicos, la logística y la reposición de inventario termina presionando todos los márgenes hasta hacerlos casi desaparecer. De hecho, es una paradoja increíble, pues, a pesar de que las ventas crezcan un 10%, los costos financieros y operativos suben en una proporción similar o mayor, por lo que la empresa no gana, simplemente abre para sobrevivir.

Para entender la fragilidad de la situación es necesario ponernos un poco técnicos, y para ello debemos sacar el ratio de cobertura de intereses; esta métrica es fundamental para medir la salud financiera de una empresa, ya que calcula cuántas veces las ganancias operativas pueden cubrir los costos por intereses de su deuda.

El RCI se calcula dividiendo los beneficios antes de intereses e impuestos por el importe total de los intereses adeudados por la empresa, y de esta forma, un RCI elevado indica que la empresa genera suficientes ganancias para pagar sus obligaciones financieras cómodamente y aún le queda un margen significativo para reinvertir y crecer. Pero, por el contrario, un RCI bajo es una señal de alarma crítica.

Para no entrar en temas demasiado complejos, debemos imaginar que una empresa que tiene un RCI de $1,2, implica que por cada peso que debe pagar de intereses, la empresa genera apenas $1,20 de ganancia operativa. Y si bien esto, técnicamente, es suficiente para cubrir la deuda, la realidad es que las empresas terminan sin oxígeno.

De esta forma, si genera $1.200.000 de pesos al mes, y tiene una deuda de intereses mensual de $1.000.000, estos $200.000 pesos restantes deben ser suficientes para afrontar impuestos, reponer activos desgastados, invertir en nueva tecnología, desarrollar nuevos productos o prepararse para una eventual caída de las ventas.

Y cuando esto se extrapola al día a día, la empresa está trabajando exclusivamente para satisfacer a sus acreedores, ya que cualquier imprevisto, por mínimo que sea, la empujaría directamente a la bancarrota.

El futuro se torna poco visible

De esta forma, la consecuencia es que, a largo plazo, las empresas pierden su dinamismo y competitividad, afectando al gran entramado pyme argentino. Sin capacidad de reinversión, las empresas quedan rezagadas, pierden cuota de mercado frente a competidores más grandes y se vuelven más vulnerables a los ciclos económicos.

Esta paradoja de vender más pero ganar menos es el reflejo de una crisis de sustentabilidad que pone en enorme peligro al motor de empleo del país. Muchas de estas empresas ven una reactivación económica bastante lejana, pues, el futuro se ve terriblemente opacado por la deuda que consume el presente.

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