La Revolución de Mayo contó con opositores en la jurisdicción del antiguo Virreinato del Río de la Plata. Dice Manuel Soria que “el partido español de Catamarca, cauteloso como era, no sacó la cara de frente, porque las esposas e hijos de los dirigentes, como pasaba con las familias de Acuña, Augier, Romay, Ruzo, Figueroa, etc., eran adversarios suyos, patriotas entusiastas”.
El 31 de agosto de 1810 fue elegido José Antonio Olmos de Aguilera diputado por Catamarca para integrarse a la Junta establecida en Buenos Aires, ciudad a la que debía viajar cuanto antes, para “establecer la forma de gobierno que se considere más conveniente”, de acuerdo con el contenido de la carta-circular del 27 de mayo, que había llegado al Cabildo de Catamarca el 22 de junio. Olmos había derrotado al bando de los Acuña.
La elección del diputado por Catamarca fue el escenario donde empezaron a hacerse visibles las posturas de dos bandos políticos conformados por intrincadas redes familiares. Por un lado, el bando realista, encabezado por el gallego Francisco de Acuña, entre los que se contaba a los Correa, los Ruzo, los Herrera, los Vera, entre otros, y por el otro, el bando de los revolucionarios, en el que sobresalían los nombres de José Antonio Olmos de Aguilera, Feliciano de la Mota Botello, Nicolás de Avellaneda y Tula, Bernardino de Ahumada y Barros, José Manuel Figueroa Cáceres, Juan Nicolás de Cubas, Félix Plá, entre tantos.
El 23 de julio de 1810 se había convocado a los vecinos para elegir el diputado. Realizado el escrutinio, resultó electo Francisco de Acuña, pero impedimentos legales imposibilitaron su juramento, pues no reunía los requisitos de ser americano de nacimiento y no tener empleo rentado por la Corona. Se hizo necesario, entonces, el llamado a un nuevo cabildo abierto para el 31 de agosto del mismo año donde, como dijimos, se eligió diputado por Catamarca a José Antonio Olmos de Aguilera. El flamante diputado había triunfado luego de una reñida elección en la que superó por sólo ocho votos a uno de los hijos de Francisco de Acuña. La elección de Olmos de Aguilera fue el primer revés serio del grupo realista, a pesar de la escasa diferencia de votos. Como es lógico, estos enfrentamientos afectaron a la sociedad de la época, ya que, en muchos casos, existían lazos de parentesco y amistad entre los miembros de las distintas familias enfrentadas en estos conflictos. Meses después, el 12 de noviembre, a las doce del mediodía, llegó correspondencia que fue abierta en sesión del cabildo catamarqueño. Allí se leyó un oficio del diputado José Antonio Olmos de Aguilera, fechado en Buenos Aires, en el que informaba que había sido presentado ante la excelentísima Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata y pedía “se le imponga de lo útil que ofrezca a este Pueblo para representarlo”. El 29 de noviembre, a través de una proclama, el diputado José Antonio Olmos de Aguilera denunció a “los enemigos de Mayo”, en clara alusión al grupo realista. A partir de allí, su elección como diputado fue objeto de diversas impugnaciones por parte de sus opositores, pertenecientes al bando de los Acuña. Una de esas impugnaciones, firmada por Bernabé Correa y Navarro, “perteneciente a la camarilla de los Acuña”, informaba a la Junta que la mayoría de los votos que obtuvo Olmos estaban viciados de nulidad y declaró que debió triunfar el doctor Pedro Ignacio de Acuña, manifiestamente superior a Olmos. Se aclaraba que entre los votantes de Olmos “se incluían muchos parientes consanguíneos suyos consanguíneos, políticos, naturales, los de personas que estos introdujeron, que no habían sido invitados”. En otra de las impugnaciones, a cargo de Félix de Castro, se informó a la Junta que Francisco de Acuña era hombre de “rectas y sanas intenciones”, dando a entender que sus opositores tenían otras.
El enfrentamiento entre los bandos llegó a uno de sus puntos máximos menos de un mes después, el 22 de diciembre, en plena sesión del Cabildo. Había fallecido en esos días Santiago Leiva, electo como regidor, y se hacía necesario cubrir el cargo. Entonces el alcalde de primer voto, Gregorio de Segura, propuso en lugar del fallecido a Marcelino de Vera. Inmediatamente, Domingo López de Barreda, un arequipeño que era alcalde de segundo voto del cabildo catamarqueño, dijo en voz alta que se oponía a esa moción de Segura porque Vera era pariente de la esposa de Francisco de Acuña, “quien hace más de treinta años ha sido el déspota de esta República”. Otra vez el escenario se presentaba para medir fuerzas entre los dos bandos que manejaban la política local. Rápidamente, López de Barreda, claramente opositor a Acuña, mociona para ocupar el cargo vacante a Félix Plá, un montevideano al que más adelante lo encontraremos vinculado a la fabricación de pólvora para el ejército de Belgrano. Es interesante remarcar que López de Barreda impugna a Marcelino de Vera por su parentesco político con Acuña, pero parece no importarle que Félix Plá estaba casado con una cuñada del flamante Comandante de Armas y enemigo de Acuña, Feliciano de la Mota Botello, de lo que resulta que eran concuñados. Esta situación nos hace pensar que en la Catamarca de 1810 las relaciones de parentesco se observaban solamente en algunos casos y en otros no. Como el enfrentamiento continúa, el alcalde de primer voto, Gregorio de Segura, que había propuesto inicialmente al pariente de la esposa de Francisco de Acuña, rechaza el nombre de Félix Plá argumentando que todo el mundo conocía que el uruguayo era insolvente y que “se mantenía a las expensas del Señor Comandante actual de las Armas”, su concuñado.
Como vimos, la elección del diputado José Antonio Olmos de Aguilera generó un evidente enfrentamiento con el bando encabezado por Francisco de Acuña. Pero estos conflictos tenían su antigüedad en el tiempo. Existieron situaciones en las vidas de estos referentes políticos de la época que rozaron lo público y lo privado, antes de 1810. De nuestros estudios sobre la elite dirigente de ese momento se desprende que, en 1804, el alcalde de segundo voto denunció ante el virrey que José Antonio Olmos de Aguilera, “desde hace dos años”, mientras era alcalde de segundo voto, mantiene una “amistad ilícita con señora casada”. Esta situación generó la realización de un expediente que hemos consultado en el Archivo General de la Nación. Por esa fuente sabemos que el denunciante fue nada menos que el gobernador de armas y sargento mayor de la ciudad de Catamarca, su enemigo político Francisco de Acuña.
En 1811 sucedió otro evento que dejó en evidencia a los “amigos” y a los “enemigos de Mayo”. Se había elegido en el Cabildo como alcalde de primer voto a Domingo López de Barreda, enemigo acérrimo de Francisco de Acuña, y como alcalde de segundo voto a Andrés de Herrera, que había sido yerno de Acuña. López de Barreda denunció ante la Junta Grande que, el día de la elección, lo dejaron ir a solo a su casa, “faltando a la política u obligación de acompañar al alcalde de primer voto hasta su morada”. Y agrega que, en cambio, “al yerno del déspota” Acuña, los regidores lo acompañaron con todo “el aplauso que les fue posible”.
El 30 de julio de 1812 el Cabildo mandó celebrar una misa para dar gracias por el desbaratamiento de la conspiración de los españoles europeos en Buenos Aires, lo que se conoce como la conspiración de Álzaga. Pocos días después, el 5 de agosto, los cabildantes acuerdan destituir de su cargo al regidor Bernabé Correa y Cancinos por su comportamiento en la causa que inició el Cabildo contra Francisco de Acuña “sobre indicios de combinación, que se presumió en este en la conspiración que habían tramado los europeos de la ciudad de Buenos Aires”. Correa fue declarado sospechoso “contra nuestra Sagrada Causa y adicto al partido abominable de los Europeos”. En ese contexto fue encarcelado el presbítero Juan Miguel Fernández de Riba, que había recibido documentación comprometida del Marqués del Valle de Tojo, desde Salta. Poco después, Bernabé Correa fue reincorporado al Cabildo.
Se acercaba el final del 1812 y continuaban los enfrentamientos. En la reunión del Cabildo del 18 de octubre se debían elegir los miembros de la institución para el año siguiente. Los alcaldes Fernando de Soria y Olmos, consuegro, pero enemigo político de Acuña, y Félix Plá votaron por Feliciano de la Mota Botello y José Antonio Olmos de Aguilera para que formen parte del plantel capitular. Entonces, la voz de Bernabé Correa y Cancinos, del bando de los Acuña, se hizo escuchar. Dijo que a pesar de las instrucciones recibidas para que en el Cabildo se “acaben y exterminen las discordias, desavenencias y enemistades que habían reinado en este pueblo”, consideraba que Mota y Olmos estaban “legalmente impedidos” para ser electos. Inmediatamente, el alcalde Félix Plá, concuñado de Mota Botello, dijo que todo lo expuesto por Correa “debía despreciarse como que no tenía fundamento alguno, pues todo no es otra cosa sino unas sugestiones dictadas de su capricho, y de algunos inquietos y revoltosos que pretenden introducir la cizaña entre los americanos”. Y Plá, que caracterizó como “faccioso” y “europeo” a Francisco de Acuña, cuestionó a los candidatos que Correa mocionó, como Juan Asencio Salas y Pedro Lucas Herrera, a los que consideró “individuos que hasta ahora no han dado pruebas de su patriotismo”. Pedro Lucas Herrera será el abuelo materno del general Octaviano Navarro.
En definitiva, la llegada de la noticia de los sucesos porteños de mayo de 1810a Catamarca sirvió como caldo de cultivo para reavivar antiguos y permanentes enfrentamientos entre los bandos que luchaban por el poder político en la ciudad vallista y su jurisdicción.
Texto: Colaboración de Marcelo Gershani Oviedo