miércoles 22 de octubre de 2025
Catamarca, ARGENTINA
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Algo en que pensar mientras lavamos los platos
Rodrigo L. Ovejero
Hace unos días leí una noticia terrible. De hecho, leo noticias terribles todo el tiempo, como le ocurre a todo el mundo, así que eso no es sorprendente, pero ésta en particular tenía un rasgo pintoresco que hizo que persistiera en mi memoria y que me detuviera a escribir sobre ella. Vamos al caso en cuestión, hace poco más de una semana, en Valencia, un hombre fue encontrado muerto en su apartamento. Llevaba quince años en esa condición, sin haber experimentado mejorías durante todo ese tiempo.
Lo primero que me llama la atención es que ningún vecino advirtió su fallecimiento durante tanto tiempo, lo cual me hace pensar que tal vez no era una persona muy popular. Pero en realidad esa clase de cosas siempre ocurren en las grandes ciudades, en las que las multitudes propician el anonimato y la desconexión. Nadie se preocupa por el vecino hasta que empieza a oler mal. En Catamarca no podría pasar algo así nunca, a la semana alguien advertiría la ausencia del occiso en sus lugares habituales, el café, la quiniela, el almacén de la esquina.
El caso es mucho más común de lo que parece. En Japón, por ejemplo, incluso tienen un término para definirlo: kodokushi es la palabra que describe a quienes experimentan una muerte solitaria –puede argüirse que toda muerte es, en definitiva, solitaria- y son encontrados mucho tiempo después. Esto me genera dos reflexiones: la primera de ellas es que me pregunto si existe algún período mínimo para alcanzar la categoría de kodokushi, es decir ¿Si se encuentra a una persona después de una semana califica como tal? Más aún, si por esas casualidades la persona murió dentro de un freezer ¿Importan los días que hayan pasado? Por otra parte, la palabra en sí misma me provoca muchísima envidia idiomática, pues en castellano no tenemos un vocablo equivalente, y como no puedo dejar pasar esa carencia propongo en esta columna que los lectores tengan a bien hacerme llegar sus sugerencias para paliar esta falta. Personalmente, voy a proponer la expresión “fiambre vencido”, que si bien puede ser acusada de insensible tiene la ventaja de la precisión metafórica (otro oxímoron para la colección).
El futuro, en este sentido, parece desolador. Con el avance de las redes sociales y las aplicaciones telefónicas es cada vez menos necesario ver a otro ser humano en persona, así que los próximos años esta actividad va a estar más en boga que nunca. Creo que debemos prepararnos para esta situación estableciendo sistemas automáticos de comprobación de vida y creando fragancias ambientales más intensas. Porque un aromatizador “Brisas del bosque” o “Amanecer de montaña” puede enmascarar los malos olores habituales, pero para cuando nuestro vecino de la vuelta cancele su suscripción a respirar y nos enteremos cuando ya su espíritu haya apestado toda la cuadra tendremos que atacar con perfumes más fuertes. Glade “Amoníaco”, por ejemplo.