También el 23 de septiembre, la Iglesia conmemora a San Lino, quien fue el segundo Papa y sucesor inmediato de San Pedro. Su pontificado, que se estima duró desde el año 67 (tras el martirio de Pedro y Pablo) hasta el 76 d.C., es crucial para la continuidad apostólica de la Iglesia.
Aunque los datos sobre su vida son escasos y en gran parte tradicionales, San Lino es mencionado en las cartas de San Pablo, específicamente en 2 Timoteo 4, 21, donde Pablo lo saluda. Los Padres de la Iglesia, como San Ireneo de Lyon y Eusebio de Cesarea, lo identifican consistentemente como el primer sucesor de Pedro en el obispado de Roma.
San Lino lideró la Iglesia en un período de intensa persecución y consolidación. Se cree que instituyó algunas de las primeras normas litúrgicas, como la obligación de que las mujeres se cubrieran la cabeza en la iglesia. Su pontificado ayudó a sentar las bases de la estructura eclesiástica en Roma.
La tradición lo considera un mártir, aunque no hay registros detallados de su martirio. Es probable que haya muerto por su fe durante las persecuciones imperiales, ya que fue enterrado en la colina vaticana, cerca de la tumba de San Pedro. San Lino es una figura fundamental en la sucesión apostólica y un recordatorio de los orígenes de la Iglesia.