Cuadro robado por los nazis: en qué se basa la defensa de la dueña de la casa donde apareció la obra

Compartir:

En su intento por demostrar que «Retrato de una dama», el cuadro ahora secuestrado por la Justicia Federal de Mar del Plata, fue adquirido de buena fe por la familia de su padre, el funcionario nazi Fiedrich Gustav Kadgien, Patricia Kadgien presentó en la Justicia Civil un boleto de compra supuestamente emitido en 1943 por el Museo Wallraf-Richartz de la ciudad alemana de Colonia y contó en un escrito que el cuadro, para su familia, siempre fue «El monje».

Su abogado, Carlos Murias, «por la urgencia de la presentación», contó que recurrió a la Inteligencia Artificial para traducir el documento al que Clarín tuvo acceso.

De todos modos, en dicha traducción no se menciona el retrato pintado por el italiano Giuseppe Ghislandi en 1710. Solo revela la compra de dos pinturas: «Jordaens – Retrato femenino», por 40.000 Reichsmark (la moneda oficial del Tercer Reich alemán); y «de Vries – Retrato masculino», por 18.000 Reichsmark. Entre 1940 y 1941, por cada Reichsmark se pagaban U$S 2,5.

En el escrito presentado menciona una tercera pintura que no está en la supuesta factura y se trata de «Una mujer-Imagen bíblica», por un valor de 58.000 Reichmark.

La explicación que la mujer dio a la Justicia es que originalmente el cuadro lo compró Leonore Bertholdt, cuñada de su padre en su primer matrimonio, el 25 de noviembre de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, y que cuando la mujer murió, la obra quedó en manos de su hermana, Augusta Ana Sofia Hildegarda Bertholdt, mujer de Kadgien.

El boleto de compra de la obra que presentó Patricia Kadgien en la Justicia Federal de Mar del Plata.

En el relato que ofrece, explica que Augusta falleció el 30 de mayo de 1965 en Argentina y que, desde entones, «Retrato de una dama» pasó a integrar el patrimonio de su padre. A su vez, explica que este cuadro ella lo conoció con el nombre de «El monje» o «una persona religiosa, por las prendas que el mismo vestía».

Patricia es hija del segundo matrimonio de Kadgien, con Hildegard Strauss. Cuando tenía 13 años y vivía en una casona sobre la calle Gaspar Campos al 400, en Vicente López, su padre falleció. Ocurrió el 6 de junio de 1979 y «Gustavo Federico Kadgien» -nombre con el que ingresó la país- fue sepultado en el cementerio Alemán de Chacarita.

Luego, esa casona se vendió. «Distribuimos bienes inmuebles, muebles y cuadros de la sucesión de mi padre que eran de mi padre y de mi madre. Entre los bienes mudados, mudé entre el año 1989 y 1990 un cuadro de aproximadamente 116 cm por 87 cm con un marco dorado a la hoja de 13 cm sin firma visible», detalla Patricia.

«El cuadro fue colgado en el living de mi casa sobre un sillón triple visible para cualquier persona que accediera a la misma e, incluso, visible desde la propia puerta de acceso», explica.

Pero los herederos del galerista judío Jacques Goudstikker, a quien pertenecía la obra, la información llegó por otros medios. Fue cuando un periodista holandés, que investigaba el pasado oscuro de su padre, vio el cuadro y constató que el mismo figura en la base de datos de obras de arte robadas por el nazismo.

Entonces, la mujer, ahora imputada por la Justicia Federal por el delito de «encubrimiento agravado por robo en el contexto de genocidio», cuenta que comenzó a recibir llamadas de alguien que se presentaba como periodista -era Peter Schouten, corresponsal en Buenos Aires del diario neerlandés AD- y que creyó que se trataba de una estafa virtual. Que por eso dio de baja la venta de la casa y también retiró todos los bienes de valor. «Ignoraba los alcances de estos llamados», sostiene.

Hasta que vio la noticia en TN. «Tamaño fue mi asombro dado que, insisto, nunca oculté el cuadro a terceros«, dice la mujer y señala que recién lo hizo cuando el fiscal federal Carlos Martínez fue a secuestrarlo a su chalé de la calle Padre Cardiel, en el barrio marplatense de Parque Luro, «a lo fines de su salvaguarda y por cuestiones de seguridad».

La mujer y su esposo, Juan Carlos Cortegoso, también imputado, entregaron el cuadro a la Fiscalía Federal una semana después, cuando ya se habían llevado adelante cinco allanamientos y la Justicia Civil había rechazado la demanda de declaración de certeza contra Marei von Saher, heredera de Goudstikker, quien a través del FBI en New York se contactó con el fiscal del caso.

Goudstikker fue uno de los principales galeristas de Ámsterdam que, tras la invasión alemana en 1940, murió en el intentó de huir con su familia a Nueva York, durante el viaje en barco.

«Retrato de una dama», la obra robada por los nazis que apareció en Mar del Plata. Foto: EFE/STR.

A Estados Unidos llegaron su esposa Desiree y su único hijo, guardando un folleto en el que el galerista judío describía todas las obras de arte de su propiedad. En su galería quedaron más de 1.100 obras las que quedaron documentadas en ese inventario.

Durante la ocupación nazi, el banquero alemán Alois Mield compró la galería y todos sus activos en una operación jamás reconocida por los herederos de Goudstikker y luego -de acuerdo a la investigación del diario AD– la colección fue liquidada a precios irrisorios entre altos jerarcas del Tercer Reich.

Entre ellos, el mariscal del Reich, Herman Göring, comandante de la Luftwaffe; y Fiedrich Kadgien, conocido como “el mago de las finanzas” del nazismo y quien no llegó a conocer el chalé que su hija coronó con un cuadro que, desde su infancia, ve colgado en las casas donde vivió.

AA

También puede interesarte

Metrogas pone en orden sus deudas antes de que YPF la saque a la venta

Según anunció ante la Comisión Nacional de Valores (CNV), Metrogas consiguió un préstamo sindicado del Banco Galicia y...

La inteligencia artificial ingresa en una nueva etapa, pero sigue sin generar confianza entre personas y empresas

“La IA agéntica es muy incipiente, recién la estamos empezando a ver. A diferencia de la...