Damas y damitas

Compartir:

La obra “Wachay”, escrita y dirigida por Cecilia Salman, es la tercera coproducción del Teatro Nacional Cervantes en su programa “Produce en el país” con la Secretaría de Educación y Cultura del municipio capitalino. Se estrenó el 8 de agosto en la sala Juan Oscar Ponferrada del C.C. Urbano Girardi y seguirá hasta el último sábado de setiembre a las 21 horas con entrada libre y gratuita.

El hecho de que sea la tercera coproducción no es un dato aleatorio ni menor. Las anteriores fueron del aldalgalense Alberto Moreno y entre todas muestran un mapa del territorio nacional donde algunas teatralidades catamarqueñas sobresalen en más de un sentido: los campos simbólicos que expresan la cultura, la historia y las pertenencias sociales contenidas en el desarrollo de sus fábulas.

Nacida en la fronteriza ciudad santiagueña de Frías de familia árabe, afincada en Catamarca y formada en la Escuela de Teatro Roberto Arlt de Córdoba (UNC) y la Universidad Nacional de las Artes (CABA), conocí y entrevisté por primera vez a Cecilia Salman en 2022, después de haber leído “Wachay” en el libro “Dramaturgia de Mujeres” (INT, 2021). La entrevista apareció en el número 2 de la revista “Ñaques Escénicas del Norte” de la que fui editora.

Esa primera lectura me llevó a pensar sobre cómo montar esta dramaturgia que transcurre en la intimidad de una reunión de mujeres reales y, al mismo tiempo, ficcionales. Porque la Sulay (cabrita), su madre Lita (que la parió de una teta), la Telesita, la hembra del pájaro Kakuy y la Mulánima son mitológicas, mujeres atravesadas por desgracias, castigadas por desobedecer el imperativo categórico de quién y cómo se debe ser. Una sutil ironía recorre por debajo de la materialidad del texto que también juega con el humor.

La respuesta a esa pregunta acerca del montaje tuvo su respuesta contundente en la puesta en escena: en una espacialidad despojada – minimalista, se diría- aparecen y desaparecen objetos escénicos llevados por las intérpretes bajo un diseño lumínico que asemeja el paso de las horas en el monte.

“Wachay” transcurre con una morosidad que advierte a quien la ve que asiste al tiempo y al renovado sentido de la ritualidad en la que lo femenino, lo cristiano y lo popular ancestral tejen una urdimbre singular. Cada tanto, con un orden que subraya con delicadeza lo sucedido o por suceder, irrumpe una musicalidad entendible como una escenografía sonora.

Esa morosidad impone al público un esfuerzo extra: despojarse del tiempo en que transcurre una obra – digamos – tradicional, correrse de la velocidad de la vida cotidiana y las redes sociales y entrar en otro espacio-tiempo del que ya no tenemos costumbre ni memoria, salvo quienes participan de las misas.

Las actrices Johanna Aranda (Lita), Lucía Bolomo (La Telesita), Patricia Medina (Kakuy), Nadia Noce Romanutti (Mulánima), Sofía Sager Carreño (Sulay) y fuera de escena el músico Francisco Santillán ponen cuerpos, subjetividades y estilos al servicio de esa ritualidad que Cecilia Salman bordó como una trama de la feminidad sin estridencias, ni siquiera en los momentos más dramáticos o trágicos.

En la función a la que asistí, más de dos tercios de los espectadores eran mujeres, de todas las edades y pertenencias sociales. Vale resaltarlo porque aun con entradas gratuitas y el prestigio de ser una coproducción del Teatro Nacional Cervantes, el público no siempre responde de la misma manera. “Wachay” puede o no gustar, porque el gusto es una construcción social y subjetiva, pero bien vale la pena atravesar este tiempo ritual ancestral traído a nuestro presente. El resto del equipo, en su gran mayoría también mujeres, está al servicio de este proyecto de aparente simplicidad pero de alta complejidad a la hora de la escena.

También puede interesarte