La conmemoración del 17 de agosto también nos recuerda a Santa Juana de la Cruz, una beata de la Iglesia del siglo XV. Nacida en un hogar noble de España, Juana experimentó una profunda devoción por Cristo desde su juventud. A pesar de la oposición de su familia, ingresó en un convento y se dedicó a la vida de oración y penitencia. Su vida, sin embargo, no fue de aislamiento total, ya que se destacó por su caridad y su profundo amor a los pobres.
Un Corazón que Sirvió a Cristo en los Pobres
Santa Juana de la Cruz fue una mujer de una fe profunda, que veía en los pobres el rostro de Cristo. Se dedicó a ayudar a los enfermos, a los necesitados y a los huérfanos, y su convento se convirtió en un centro de caridad y refugio. Su vida es un testimonio de la unión entre la vida contemplativa y la acción caritativa. Para ella, la oración no era un fin en sí mismo, sino una fuente de gracia que la impulsaba a servir a los demás.
Un Modelo de Humildad y Amor
Santa Juana de la Cruz es un ejemplo de humildad, caridad y entrega. Su memoria nos recuerda que la fe se demuestra en el amor a los demás, y que la oración y la acción son dos caras de la misma moneda. Su festividad es un recordatorio del poder de la fe y de la caridad en la vida cristiana.
Oración
Oh, Dios, que inspiraste a Santa Juana de la Cruz a amar a los pobres y a los enfermos, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo su ejemplo, seamos instrumentos de tu amor para los demás. Amén.
Este artículo forma parte de nuestro especial ‘Fe y Devoción en Agosto’. Descubri la guía completa del santoral del mes haciendo clic aquí.