La conmemoración del 5 de agosto también rinde homenaje a San Emidio de Ascoli, un obispo de la Iglesia primitiva que fue martirizado durante la persecución de Diocleciano. Nacido en Tréveris (actual Alemania) en el siglo III, Emidio se convirtió al cristianismo y, gracias a su fervor y piedad, fue ordenado sacerdote y enviado a Ascoli Piceno, Italia, como obispo.
En Ascoli, su misión se centró en la evangelización y en la lucha contra el paganismo. Su labor pastoral fue tan efectiva que muchas personas se convirtieron a la fe cristiana. Este éxito, sin embargo, lo puso en la mira de las autoridades romanas. Tras negarse a sacrificar a los dioses paganos, fue decapitado y se convirtió en un mártir de la fe.
San Emidio es particularmente venerado como el patrón contra los terremotos. La tradición cuenta que su intercesión protegió a la ciudad de Ascoli de un fuerte sismo. Esta devoción se extendió por otras regiones, y es invocado para proteger a los creyentes de desastres naturales. La memoria de San Emidio es un recordatorio de la valentía de los primeros cristianos y del poder de la intercesión de los santos en momentos de necesidad.