Lo reconozco sin vergüenza: orgullosamente narcisista

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Luego de pasar por el Bafici se presenta en los cines Tesis sobre una domesticación, dirigido por Javier Van de Couter, con el protagónico de Camila Sosa Villada, junto al actor mexicano Alfonso Herrera. En el festival recibió una mención especial de parte del jurado de la Competencia Argentina y los premios a la mejor edición (Mariana Rodríguez) y al mejor tratamiento de color (Alejandro Armaleo). La película está basada en la novela que con el mismo título escribió Sosa Villada y ella asumió el guión junto a Laura Huberman y al director Van De Couter. Es la segunda vez que actriz y director trabajan juntos, filmaron Mía en el 2011, junto a Rodrigo de la Serna.

Además de actriz, directora y dramaturga, conquistó varios éxitos editoriales como escritora y ganó en el 2020 el premio Sor Juana Inés de la Cruz, en México por su primera novela: Las malas. Aquí anticipa la versión cinematográfica.

—Como autora de la novela: ¿qué quedó afuera de la película?

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El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.

—El final, que es lo que más echo en falta, pero los directores siempre tienen miedo de hacerles caso a las mujeres. En el libro aparecía una frase genial de la protagonista: “no se puede morir con elegancia en este país”. Supongo que era difícil de armar, para el lenguaje cinematográfico. La literatura tiene infinidad, es sin límites, ilimitado, algo que el cine no tiene. También quedó afuera el juego del tiempo. Esta linealidad de comienzo, desarrollo y desenlace a mí me parece que es una forma de ver el tiempo muy heterosexual, acomodada, de persona que no entiende que a veces lo temporal va y viene, que una veces estás en el pasado, otras en el presente o en el futuro.

—¿En qué momento aparece la escritora? En Córdoba irrumpiste a partir de tu unipersonal “Carnes tolendas. Retrato escénico de una travesti” en el 2008, con el asesoramiento de Paco Giménez…

—Fui escritora antes, el que no publicara no significa que no haya estado escribiendo. De hecho, todos los textos de las obras que hice eran míos. Primero fue la escritura y después llegó la actuación. Aprendí a escribir a los cinco años y empecé dedicándole poemas a mi mamá, a mi papá, a alguna maestra y algún compañerito del aula. Cuando empecé a estudiar comunicación social, el único consuelo que tenía era poder irme del pueblo y que iba a aprender a escribir.

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—¿Vivís aquí o en Córdoba?

—En Córdoba, vengo acá por trabajo solamente y me vuelvo a mi casa. Nunca se me ocurriría vivir en esta ciudad asesina y trituradora. Trabajo en Córdoba, aunque no hago más teatro, porque no tengo la necesidad de hacerlo, como lo hacía antes que era mi manera de pagarme el alquiler. Me va muy bien con los libros y no debo estar pensando en hacer un espectáculo cada año. Siempre me fue muy bien en el escenario, no sólo con Carnes tolendas también con Despierta corazón dormido Frida. Hice mucho dinero con el teatro independiente, porque agotaba entradas y quedaba gente afuera.

—¿Fue la serie “La viuda de Rafael”S (2012) la que te dio más difusión?

—No. Me dijeron que después iba a tener muchísimo trabajo, pero me ofrecieron propuestas espantosas, siempre eran personajes poco complejos. Soy actriz de teatro y me formé en La Cochera (N.d.R: es un teatro independiente fundado por el creador Paco Giménez, en 1984). Creo que tenés que escribir vos, no estar esperando, porque primero la complejidad de ser una actriz trans, ya es bastante difícil de hacerle entender a los productores que es magnético, que no es todo lo contrario. Si no siempre sos la prostituta o la peluquera, estás por detrás. Los personajes trans que están en la tele, son como un adorno y no les pasa nada sustancial.

—¿Cómo fue filmar con Alfonso Herrera, el actor mexicano?

—Espectacular y maravilloso. Creo que él es el mejor actor de este momento en Latinoamérica. Además de ser bello. Se hizo conocido con la versión mexicana de Rebelde Way. Siempre está queriendo sacarse de encima el hecho de haber sido galán y pocas veces tiene la posibilidad de tener estos diálogos y estas pasiones para filmar. Yo estoy más acostumbrada porque vengo del teatro y me resulta más familiar. Es súper trabajador, un buscavidas de la actuación. En un comienzo no quise trabajar en la película, decía tiene que ser otra actriz, pero cuando me dijeron que iba a estar él, acepté. La verdad es que me quedé con ganas de seguir actuando junto a Alfonso.

—¿Por qué elegiste ponerte Camila como nombre?

—Me gustaba. Después me inventé una historia que era que había visto la película Camille Claudel de Bruno Nuytten, pero en realidad no fue así.

—¿Te parece que es lógico esa cierta atracción hacia una mujer trans?

—Por supuesto que sí, pero la lógica no está jugando en este tiempo en la cancha. Me parece que está en el banquillo de los acusados. Los otros días decía que las travestis éramos las reguladoras de la heterosexualidad. En este momento donde las mujeres empiezan como a perder cierta cuestión de la feminidad a la vieja escuela, las trabas seguimos siendo como estas mujeronas que con tetas, perfume, maquillaje y con una sexualidad deseante.

—¿Podes vivir de la literatura? ¿Te ayudó el premio Sor Juana Inés de la Cruz que ganaste en México?

—Vivo muy bien. Soy una persona rica. Como escritora vendo muchos libros, más allá del premio. Ahora que salió la nueva edición de La traición de mi lengua ya se agotó. Tengo muchos lectores jóvenes, menores de veinticinco años. De hecho en las Ferias del Libro cuando voy siempre en las colas para mi firma se ve gente con aros, pelos de colores, piercings y tatuajes. Siento que le estoy hablando al futuro. Me da mucha satisfacción.

—¿Te tradujeron en varios idiomas?

—Si, a más de veinticinco. Mi primer éxito fue Las malas, antes habían sido éxitos modestos. Para la literatura argentina era raro el que una escritora trans cordobesa vendiera como vendí con El viaje inútil, por ejemplo.

—¿Buscás provocar?

—Soy yo, como una curiosidad, no es sólo por ser trans, sino también por lo que digo y la rebeldía con la que le contesto a los periodistas. Hubo uno que dijo que la película le había aburrido un poco porque le parecía muy de cine independiente. Creo que es lo que mejor que tiene. Ninguna plataforma puso un peso, nadie nos dijo que teníamos que hacer, ni cómo teníamos que escribir ese guion, ni qué le tenía que pasar a la protagonista, ni qué tal actor o actriz tenía que hacer tal personaje. Es una película independiente como se hacían hace diez años, cuando todavía no existía Netflix. Eso me parece valiosísimo porque además las plataformas están modificando la manera de narrar en el cine. Están diciendo cómo se cuenta una película, cómo se hace en términos de producción, qué es lo que impacta. Tesis de una domesticación se hizo con plata que salió de los bolsillos de los productores, no de otro lugar.

—¿Te reconocen en otros países?

—Sí, en Colombia, Brasil y España me reconocen por la calle por mi primera novela Las malas, porque mi foto está en la solapa del libro. Me quieren mucho. Ahora me ofrecieron adaptarla para el cine, no puedo habar mucho, pero será Armando Bo quien lleve adelante el proyecto. Tengo un contrato de confidencialidad.

—¿Publicarás tus obras de teatro?

—No. Son obras muy personales, no podrían ser hechas por otra actriz, solamente por mí. Son muy narcisistas.

—¿Te consideras muy narcisista?

—Sí, soy muy narcisista, estúpida y egocéntrica. Lo reconozco sin vergüenza, orgullosamente narcisista.

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