Albert Einstein, en el centro de una intriga policial y de espías

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Ayer se cumplió un siglo de la visita de Albert Einstein a la Argentina. El científico estuvo un mes, dio conferencias, tuvo festejos, y se aburrió de lo lindo. Ariel Magnus lo rescata en “Einstein en un quilombo” (Edhasa), novela coral, intrigante y divertida, “relativamente policial y relativamente de espías”. Magnus lleva escrito 23 libros, entre novelas, cuentos y ensayos. Reside en Berlín. Dialogamos con él.

Periodista: ¿Qué lo llevó a meter a Albert Einstein en un quilombo?

Ariel Magnus: Investigar. Ir a los diarios de 1925. Zambullirme en la época. Einstein, figura clave del siglo XX, fue el extranjero más importante que visitó la Argentina. Recibió el Premio Nobel de Física en 1921. Ese año tuvo que ir por primera vez a los Estados Unidos. Cuatro años más tarde llega a Buenos Aires. Meterlo en un quilombo tuvo que ver con el desarrollo del motivo de su visita. Einstein no vino como científico sino como invitado de un plan sionista, el mismo que lo había llevado antes a Estados Unidos. El viaje tenía que ver con el ideal de Thedor Herzl de implantar el Estado Judío en la Argentina. Aproveché eso para inventar el Grupo SOJA, rama criolla de la Society of jews (SOJ) y, además, en esa época estaban el Barón Hirsh, los anarquistas judíos y la mafia de la Zwi Migdal.

P.: ¿Cuánto le llevó la investigación?

A.M.: No tanto. La idea de escribir sobre la visita de Einstein me la propuso un editor. Me interesó porque muchos no saben que eso ocurrió, y lo que se recuerda cada tanto en los medios parece ser siempre la misma desganada nota. Acaso porque la visita de Einstein fue un poco anodina, el proyecto sionista quedó en la nada y él no estaba con muchas pilas. La novela busca rescatarlo. Me pasé meses leyendo los diarios de Einstein (donde anota sus impresiones críticas de la Argentina), sus libros, las biografías, imaginando cómo había sido su paso por nuestro país. La historiografía pasa rápido por los momentos donde no ocurre nada importante para la Historia, eso abre un potencial enorme para la ficción de lo posible, de lo que pudo haber pasado. Esa fórmula une esta novela con otras donde mezclé personajes reales con ficticios, como “Continuidad de Emma Zunz” o “El que mueve las piezas”, mi novela sobre el ajedrez, donde rescaté a la super ajedrecista Sonja Graf, sacándola del museo de los escaques.

P.: ¿Por qué eligió como detective uno de los mundialmente más famosos, cambiándole el nombre?

A.M.: En una novela Agatha Christie se cansa de Hércules Poirot y lo manda a la Argentina. Es que la Argentina era un país dónde hacer la América. Yo quería usar a Poirot, pero los herederos de Agatha no lo permiten. Por eso ahora en la novela se llama Hymans y su compañero de aventuras Copyright. Esos cambios me permitieron relacionarlos con la novela policial argentina que se inicia en esa época con el cuento “La pesquisa” de Paul Groussac.

P.: Si el detective proviene de Agatha Christie, ¿de quién deriva Elsa Jerusalem, que se hace pasar por la esposa de Einstein para salvarlo?

A.M.: Elsa Jerusalem existió, fue escritora, y acompañó a Einstein durante su visita. Su libro “El escarabajo sagrado”, sobre un prostíbulo de Viena, fue un éxito. Estudió filosofía en Austria, y fue una influyente feminista. En Argentina publicó cuentos en castellano. La nieta me contó cosas que me permitieron hacerla más cercana. Que se hiciera pasar por esposa de Einstein acaso es tan exagerado como posible.

P.: ¿Por qué mezcló el policial, la investigación de un crimen, con la novela de espías, con la conspiración de sociedades secretas?

A.M.: Aviso que la novela es relativamente al policial, relativamente de espías. Es una novela sobre el autor de la Teoría de la relatividad. La novela hace chistes con eso. No sabe dónde ubicarse. No es que eluda plantearme un género, sino que los personajes y sus circunstancias me van llevando. Hay dos tramas, que busqué congeniar, que nunca se tocan y se mezclan al final. Hay un mundo real y un mundo ficticio, y entre ambos se arma un mundo en el que, a mi gusto, vivimos los escritores.

P.: ¿Residir en Alemania lo llevó a escribir de un alemán mundialmente famoso?

A.M.: Esta novela la escribí en Argentina. Desciendo de una familia alemana judía. La idea del extranjero llegando a Buenos Aires siempre me gustó, sean chinos, alemanes o ingleses. Hice mis estudios en Berlín entre 1999 y 2005 en que regresé a Buenos Aires y comencé a publicar. En 2020 volví a Berlín, invitado como escritor alemán. Ahora estoy por publicar mi primera novela en alemán. Hasta ahora escribir en castellano, me siento muy argentino, y escribir en alemán es algo nuevo que me emociona.

P.: ¿De qué trata esa novela?

A.M.: Es una novela alemana para alemanes sobre un tema alemán: “Los quedados de Tempelhof”. Tempelholf es un lugar gigantesco que se conoce como “el aeropuerto de Hitler”. A fines de los 90 lo cerraron, después de un tiempo lo reabrieron tuvo varios usos y hoy es una especie de parque donde va la gente de excursión, a pasar el día, a juntar a amigos hinchas de River a tomar mate y compartir un asado, para dar un dato personal. Durante un tiempo ese lugar se utilizó para recibir refugiados. La novela trata de un refugiado sirio que se quedó viviendo ahí, porque al resto los reubicaron, y tiene un amigo argentino. Una vez más me interesa el extranjero que llega a un país, y me permite ver al país desde un punto de vista extranjero. Elegí un sirio para correrme de mi lugar acostumbrado, el argentino o el alemán de familia judía que tuvo que exiliarse. Como en el Tempelhof se hacen recitales en la novela hay un argentino que quiere hacer ahí un recital de Los Redondos que será el más grande de todos los tiempos.

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